Aulas invertidas: Mucho más que una moda
Estamos por finalizar el segundo año escolar de clases a distancia y en Kimche reflexionamos con la columna de opinión de Loreto de la Vega. Ella es profesora y asesora educacional de Kimche, y habló acerca de la crisis de motivación de los estudiantes 🙇❗. Esto, en un contexto donde el aprendizaje ha sido casi nulo a raíz de la pandemia. Dentro de ese marco, existe un tema fundamental para poner sobre la mesa: las aulas invertidas.
En KIMCHE queremos proponer nuevas estrategias didácticas, como las metodologías basadas en proyectos o las aulas invertidas, que son mucho más que una moda. Sin duda creemos que son una apuesta de algo mucho mayor y que la tecnología llegó para quedarse en la educación 🤓👍💻.
Columna de opinión de Loreto de la Vega: Aulas Invertidas
“Soy de la generación que no tuvo papás o abuelos universitarios. Mi mayor capital fue la unidad familiar, junto con la idea de que si estudiaba me iba a ir bien en la vida. Compartí la sala de clases con 46 compañeros en una escuela pública y fuimos muy pocos los que terminamos estudiando una carrera profesional. Me di cuenta que eso no tuvo que ver con las habilidades de ellos. Sino, que la educación era un factor de movilidad social sólo si se correspondía con un buen ambiente familiar, capital cultural, educación de la madre, entre otras cosas.
El hobby de Loreto en el colegio: ser buena alumna
Siempre fui una muy buena alumna. Me fue bien en la PSU y entré a estudiar la carrera que quería: Artes Visuales en la UC, después pedagogía en la Chile. Al terminar la carrera trabajé en un par de colegios y hasta me hice cargo de la dirección de un ciclo. Ahí me di cuenta que las personas que decidieron trabajar en un ambiente educativo fueron en general “buenos estudiantes”, muy obedientes en la sala de clases y comprometidos con su rendimiento académico.
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La necesidad de cambiar el paradigma
Tendemos a echarle la culpa al alumno o a la familia de que no exista motivación, pero los que éramos buenos estudiantes no necesariamente estábamos motivados por el conocimiento o el aprendizaje, sino porque había una especie de elemento de recompensa que estaba súper ligado a la calificación. Y a pesar que desde los años ‘60 se hablara en las universidades de la necesidad de posicionar al estudiante como centro de sus procesos de aprendizaje y establecer seres autónomos en sus conocimientos en una sociedad para que contribuya al desarrollo de todos, eso no sucedía realmente en la sala.
Probablemente porque es más fácil hacer clases de la forma en que nosotros hemos sido educados y romper con ese paradigma ha costado mucho. Te das cuenta de que ya es demasiado tarde cuando los estudiantes aprenden de una forma totalmente descontextualizada en la escuela. Cuando los conocimientos están a la orden del día y cada vez estamos más desinformados. La escuela, en vez de hacerse cargo de ese paradigma de conocimiento, del aprendizaje y de los fenómenos culturales, sigue operando desde las estructuras didácticas expositivas, relacionadas al contenido.
Establecemos muchas reflexiones en torno a cómo se modifica el aula pero se hace muy poco. Además, la mayoría de los estudiantes sigue recibiendo una formación que en términos de estrategia es muy similar a la que recibieron nuestros abuelos, herederos de la educación moderna.
Institucionalidad en crisis
La crisis de la institucionalidad no se puede atacar insistiendo a la institucionalidad, sino que repensándola. No quiere enfrentarse con que los estudiantes aprenden distinto. Tampoco con que las tecnologías no son una moda o un accesorio que puedan sacar de sus clases obligando a los estudiantes a no usarlas. Esto solo termina resintiendo a las generaciones que van a tener que habitar un futuro donde los entornos serán altamente tecnológicos. Así también, cambiantes, donde las habilidades de adaptación van a ser vitales por sobre los conocimientos duros.
Hay colegios que invierten en ser más severos con sus normas, seleccionando más a sus estudiantes para fundamentar su éxito. Eso no es un éxito pedagógico real porque no se aplican estrategias que funcionan, sino que se selecciona y se excluye.
Otras estrategias
Las metodologías basadas en proyectos o en las aulas invertidas son estrategias que, si bien no remecen los cimientos de la institución, aportan. Un cuestionamiento real a la institución se replantearía los cursos, los niveles, que son cosas que deberíamos estar haciendo. ¿Es necesario organizar niños de acuerdo a su edad? ¿Existen criterios de organización que puedan verse distintos? ¿Existe apertura para sistemas más experimentales que atajen de fondo la estructura de la institución?
El hobby de Loreto ahora: ser parte del equipo de Kimche
y mejorar la educación chilena
Estas estrategias vienen a apelar conocimientos más transversales. Vienen a modificar estrategias que promueven el uso de actividades colaborativas. Esto es mucho más similar a cómo te vas a desenvolver en un entorno futuro. No tenemos idea qué es lo que tiene que saber alguien del futuro, pero sí sabemos que tiene que ser adaptado, flexible, saber trabajar en equipo. ¿Dónde está haciendo la escuela esa pega? ¿Dónde se está planteando esas habilidades del siglo XXI de las que todos hablan, pero cuando volvemos a una sala de clases generalmente nos damos vueltas en las mismas estrategias con las que fuimos educados?
Voluntades y responsabilidades
Creo que existen voluntades y las responsabilidades son compartidas. Los profesores no se pueden hacer cargo de procesos individuales de aprendizajes con 47 alumnos, con muy pocas horas de planificación y reflexión, con poco tiempo para visitar las salas de los colegas y dar retroalimentación. Los distintos estamentos tienen responsabilidad, pero creo que hay mucho más de lo que uno puede hacer como profesor en la sala de lo que pensamos que podemos hacer. Plantear estrategias diferentes sabiendo que se puede resentir el aprendizaje pero que puede potenciar las habilidades, vale la pena el intento y el apoyo de mi equipo directivo. Lo importante no es el conocimiento interdisciplinar, sino el conocimiento pedagógico, ya que cada vez vamos hacia un futuro donde el área de conocimiento importa cada vez menos.
A estas alturas no perdemos nada. Probablemente nunca había tenido una generación más desmotivada en la escuela que esta. Quizás podría mejorar invirtiendo las estructuras, hacer que los estudiantes aprendan por sí solos y con otros, entregarles herramientas y enseñarles cómo funciona el mundo de las tecnologías o Internet, enseñarles a ser flexibles y a criticarse entre ellos, a trabajar en equipo. Tenemos una educación que generalmente tiende mucho a la individuación, pero después en el mundo laboral tienes que trabajar con otros, llegar a acuerdos, acatar cosas y proponer otras, y nos acostumbramos a un sistema pasivo, que desde que el niño tiene 5 años lo hace estar sentado durante 8 horas diarias, contrario a todo lo que la evolución de su cuerpo necesita, su mente y su desarrollo psicosocial.
Y mientras las asignaturas de didáctica se sigan enseñando con clases expositivas, no cambiará nada. Necesitamos estrategias innovadoras, manejo de tecnología para facilitar procesos o potenciar aprendizajes es muy bajo, quedando bajo criterio de cada individuo, pero no podemos dejar que todos los estudiantes de Chile queden a merced de la voluntad de los docentes, deberíamos jugárnosla desde la formación docente para preparar personas que sean innovadoras, reflexivas y propositivas. Y eso no sucederá desde un escritorio, tampoco con un profesor impartiendo una cátedra en la sala de clases. “