La motivación es a menudo malinterpretada como una cualidad personal inmutable. Esta percepción se refleja en descripciones que van desde afirmar que los estudiantes “no están motivados” hasta etiquetar a alguien como “muy motivado”. Sin embargo, esta visión limitada dificulta la implementación de estrategias efectivas en las aulas para mejorar la motivación. Según el Cuestionario Socioemocional del DIA, la motivación para aprender y participar se entiende como una interacción entre los factores que impulsan a los estudiantes a actuar y los entornos de aprendizaje que se les proporcionan, los cuales pueden ser más o menos motivadores.
Una actividad se considera motivante cuando resuena con las motivaciones de los participantes. En este sentido, algunos contextos pueden ser más estimulantes que otros. Por ejemplo, en una fiesta, un ambiente que generalmente incita a bailar, los asistentes acuden porque tienen el deseo de bailar. En este escenario, un entorno motivador sería aquel que ofrece música que conecta con los gustos y el entusiasmo de los asistentes, lo que probablemente hará que todos se sientan inspirados a bailar. Este ejemplo ilustra cómo la motivación es una dinámica entre las inclinaciones personales y el entorno, más que una característica estática de un individuo.
Existe una relación significativa entre el ambiente proporcionado y la predisposición de los participantes en términos de sus intereses y motivaciones. Por ejemplo, los museos interactivos son espacios que fomentan el aprendizaje motivante. Invitan a los visitantes a interactuar con diversos elementos, tocándolos y jugando con ellos. Estos lugares logran combinar el objetivo educativo del museo con las motivaciones de los visitantes, que pueden incluir jugar, explorar y aprender. Así, se establece una conexión efectiva entre el entorno ofrecido y lo que los asistentes buscan y les motiva.
No obstante, hay que reconocer que algunas personas encuentran más fácilmente la conexión entre sus motivaciones personales y lo que los ambientes les ofrecen, mientras que otras no. En este contexto, la tarea de los educadores es crear experiencias de aprendizaje que no solo involucren a los estudiantes intrínsecamente motivados, sino que también consideren a aquellos menos motivados o que enfrentan dificultades para encontrar motivación en el contenido escolar.
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Entonces, surge la pregunta: ¿cómo se puede aplicar esta comprensión de la motivación para aprender y participar en el aula? ¿Cómo se puede mejorar la relación entre el ambiente de la sala de clases y lo que los estudiantes buscan, necesitan o lo que los motiva?
A menudo se sugiere que para motivar a los estudiantes, las clases deben ser “entretenidas”. Esta idea presupone que el único estímulo para los estudiantes es “divertirse”. Sin embargo, hay muchas más áreas y necesidades que los motivan. Recordando nuestras propias experiencias escolares, podemos reconocer que no siempre eran las clases “divertidas” las que nos gustaban o motivaban. Por lo tanto, es crucial explorar y comprender una gama más amplia de factores que pueden influir en la motivación de los estudiantes en el entorno educativo.
Como estudiantes, valorábamos las clases que eran interesantes, desafiantes, activas, provocadoras, lúdicas y colaborativas, y no solo aquellas que eran divertidas. Según Valentín, Torres y Salazar (2015), los estudiantes, independientemente de su edad, tienen diversos motivos para aprender que influyen en su rendimiento académico y en la dinámica de los entornos de aprendizaje. Por lo tanto, es esencial identificar y abordar lo que motiva a los estudiantes, creando experiencias de aprendizaje atractivas basadas en un profundo entendimiento de lo que deben aprender en clase.
Los docentes que crean espacios motivadores conocen bien los intereses de sus estudiantes y utilizan recursos pedagógicos para diseñar clases que conecten los contenidos con la motivación de los alumnos. Por ejemplo, en una clase de literatura, pueden ofrecer lecturas y debates sobre temas que interesen a los estudiantes; o en historia, pueden proponer proyectos de investigación que relacionen eventos pasados con cuestiones actuales.
Hedegaard (2002), basándose en las ideas de Vygotsky (1998), introduce el concepto de “motivo dominante“, que se refiere al motivo que da sentido y moviliza a un grupo de sujetos. Por ejemplo, si un estudiante pertenece a un grupo que valora la lectura, es probable que se incline hacia ella. Este concepto es fundamental, ya que sugiere que los grupos de estudiantes tienen motivos dominantes comunes. No es necesario conocer las motivaciones individuales de cada estudiante, ya que se puede apoyar en los motivos compartidos por el grupo. Por ejemplo, en niños de edad preescolar, el juego es un motivo dominante; esto implica que a través del juego se pueden crear condiciones motivadoras que guíen a los niños hacia diversos aprendizajes.
Durante la adolescencia, la aceptación y las relaciones entre pares emergen como motivos dominantes. Por lo tanto, crear oportunidades para que los adolescentes interactúen, piensen en soluciones a problemas y trabajen juntos puede ser clave para fomentar diversos aprendizajes. En otras palabras, cuando los docentes comprenden el motivo dominante de sus estudiantes, pueden diseñar condiciones motivadoras más efectivas para las experiencias de aprendizaje que desean implementar.
La Motivación por aprender y participar abarca no solo el interés y la disposición de los estudiantes, sino también las expectativas académicas que han desarrollado, su motivación hacia el logro y las actitudes que mantienen frente a los desafíos en su estudio personal, según el Ministerio de Educación (Mineduc, sin fecha). Además, esta motivación está relacionada con cuán estimulantes son las experiencias de aprendizaje proporcionadas por su entorno.
Los docentes tienen la capacidad de crear experiencias de aprendizaje que se alineen con los motivos de los estudiantes. Cuanto más se alineen estas experiencias con los motivos de los estudiantes, mayor será la motivación que estos desarrollen. Esto implica que los educadores juegan un papel crucial en la identificación y el aprovechamiento de los motivos dominantes de sus estudiantes para mejorar su motivación y, por ende, su aprendizaje.
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Fuente: “¿Qué es la Motivación por aprender y participar y cómo podemos promoverla entre las y los estudiantes?“, Agencia de Calidad de la Educación.